Читать книгу Los que susurran bajo la tierra онлайн

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–¿Vas a llevarme? –preguntó el niño apenas susurrando–. Si quieres puedo irme contigo, pero deja a mi hermana, por favor. Ella es muy llorona, te molestaría mucho, pero yo no. ¡Te lo juro!

Celeste se restregaba los ojos y llamaba a su madre todavía aletargada por el sueño. Afortunadamente no se había percatado del ser nauseabundo que los acechaba. Una luz se prendió al final del pasillo y las voces de los uniformados estaban casi sobre el ventanal. El niño tuvo la esperanza de retener al monstruo para que le dispararan en la misma pieza, como cuando les dispararon a los comunistas que intentaron incendiar el auto de su papá afuera del Congreso. Inesperadamente la criatura sonrió mostrando una dentadura deforme y rojiza.

–Gracias por abrir –dijo el ser con voz carrasposa. Dio la vuelta y se perdió entre las escasas tinieblas del pasillo.

Raimundo se quedó de una pieza, anonadado. Su hermana ya había despertado por completo y empezó a llorar, los uniformados entraron presurosos; la Carmencita y el padre Giuseppe aparecieron también y encendieron la luz. Las preguntas, el asombro; todo se agolpó en la habitación de los hermanos De la Cruz Leyton. Para Raimundo era innecesario hablar sobre el monstruo. Él había dejado abierta la puertecilla secreta de la capilla. Él tenía la culpa.

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