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El padre Giuseppe, por su parte, se aferró al sagrado compromiso de acompañar a don Leonidas hasta el momento de su muerte. La viuda del empresario Leyton, doña Catalina Callejas Solari, había sido una de las principales patrocinadoras de la obra de los Soldados de Jesucristo en Chile. Catalina, entregada por completo a la acción social y a la lucha contra el marxismo, conoció al fundador de los Soldados en el funeral de Franco en noviembre de 1975. El afable y santificado carácter del padre Mateo Casablanca –quien había tenido el honor de presidir las exequias junto al cardenal González Martín en la plaza Oriente– cautivó en lo más profundo su alma benefactora. Le habló de la primera vez que escuchó la voz de Cristo y de la Misión que le encomendó: fundar la congregación católica más grande de Latinoamérica y expandir la palabra de Dios entre los pueblos más indefensos.

–El Demonio existe y es revolucionario –le reveló Casablanca en la capilla ardiente del Palacio Real en Madrid, muy cerca del ataúd glorificado del dictador.

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