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La actividad de sus hijos varones se repartía entre la escuela en horario matutino, el aprendizaje de un oficio a la tarde y la práctica musical a la noche. Casi todos los chicos del pueblo seguían esa rutina: educación, trabajo y cultura. Francesco, el tercero de sus vástagos, se destacaba por su rebeldía. Le llamaban “Cicciu pastaru”, que significaba Ciccio, un apelativo de Francisco, el hijo del que fabrica pastas. Todos los nombres de esa época, generalmente iban acompañados, además, por la actividad del padre.

Nacido el 15 de febrero de 1901, era un niño muy delgado, de cabellos rubios y profundos ojos celestes. Desentonaba con la generalidad de los sicilianos, de espesos cabellos y ojos negros, de barba tupida y tez oscura. Los rasgos árabes de los ocupantes que más perduraron en la isla aún permanecieron en sus habitantes tras la expulsión de los invasores. Crisol de razas, los sicilianos reflejan una multiculturalidad histórica con la predominancia de la intemporalidad griega.

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