Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Sin embargo, no eran completamente felices. El hombre joven y su compañera a menudo se apartaban a una esquina de su habitación común y lloraban. Yo no conocía la causa de su tristeza, pero aquello me afectaba profundamente. Si aquellas criaturas tan encantadoras eran desdichadas, resultaba menos extraño que yo, un ser imperfecto y solitario, fuera completamente desgraciado. Pero… ¿por qué aquellos seres tan buenos eran tan infelices? Tenían una casa preciosa (o, al menos, lo era a mis ojos) y todos los lujos; tenían una chimenea para calentarse cuando helaba y deliciosos alimentos para cuando tenían hambre; iban vestidos con ropas excelentes; y, aún más, podían disfrutar de la compañía mutua y de la conversación… y todos los días intercambiaban miradas de cariño y afecto. ¿Qué significaban entonces aquellas lágrimas? ¿Expresarían realmente dolor? Al principio fui incapaz de responder a estas preguntas, pero una constante atención y el transcurso del tiempo consiguieron explicarme muchas cosas que al principio me parecieron enigmáticas.

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