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Otra circunstancia reforzó y confirmó aquellos sentimientos. Poco después de que llegara al cobertizo, descubrí algunos papeles en el bolsillo de las ropas que había cogido de vuestro estudio. Al principio no les había prestado atención; pero ahora que ya era capaz de descifrar los signos en los que estaban escritos, comencé a estudiarlos con interés. Era vuestro diario de los cuatro meses que precedieron a mi creación. Vos describíais minuciosamente en aquellos papeles cada paso que dabais en el proceso de vuestro trabajo; esa historia estaba mezclada con algunos apuntes de cuestiones familiares. Sin duda recordáis esos papeles. Aquí están. En ellos se relata todo lo concerniente a mi origen maldito; todos los detalles de aquella serie de repulsivas circunstancias que lo hicieron posible están ahí, a la vista. La minuciosísima descripción de mi odiosa y asquerosa persona se ofrece en un lenguaje que describe vuestros propios horrores y ha convertido los míos en una cicatriz imborrable. Enfermaba a medida que lo leía. «¡Odioso el día en el que se me dio la vida!», grité desesperado. «¡Maldito Creador! ¿Por qué disteis forma a un monstruo tan espantoso que incluso vos mismo me disteis la espalda asqueado? Dios, en su piedad, hizo al hombre hermoso y atractivo. Yo soy más odioso a la vista que las amargas manzanas del infierno al gusto. Satán tenía compañeros, otros demonios que lo admiraban y lo animaban; pero yo estoy solo y todo el mundo me detesta.»

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