Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Jossie rio de buena gana. Estaba satisfecha por sus triunfos en el tenis.

―Deja ya de estar pendiente de tu ropa, Dolly. No mata a nadie mancharse alguna que otra vez.

―Un caballero debe ir impecable ―contestó Dolly, con énfasis.

―No vayas a creer que el traje hace el caballero. Debe tener otras cualidades más importantes para serlo. Y tú pareces vivir para lucirte. ¿Verdad, Bess?

Viendo que Bess no contestaba por prudencia, Dolly aprovechó para contraatacar.

―El señorío también está en ser discreto en las afirmaciones. En no atacar directamente a los demás. ¿Verdad, Bess? ¿Verdad, Jorge?

«Relleno,» amodorrado por el calor y los efectos de una pesada digestión, estaba dormido ya. Como contestando a su amigo soltó un ronquido, que produjo la risa de los tres.

Poco después llegó tía Jo.

―¿Os apetece una cerveza?

La aprobación fue unánime.

―¡Estupendo!

―Es una magnífica idea.

―Tía Jo es genial y oportuna en todo.

Luego, la señora Bhaer aprovechó la oportunidad que ahora se le presentaba pocas veces para conversar con Dolly y Jorge.

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