Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

892 страница из 1361

―No pienses más en ello, Emil ―le dijo María, amorosamente―. Mejor será recordar los felices momentos que pasamos en el Urania, cuando nos salvaron y papá mejoró rápidamente.

Emil se animó. También la concurrencia se sintió interesada por conocer otro capítulo de su historia, más alegre y feliz.

―En Hamburgo lo pasamos maravillosamente. Tío Hermann se multiplicó para que el capitán Hardy fuera atendido debidamente. Su esposa, hoy mi madre política, no se separaba de él y… ¡claro está!, María y yo teníamos mucho tiempo para estar juntos.

La miró cariñosamente y continuó:

―Supo aprovecharlo bien. Lo cierto es que cuando me di cuenta, ya la había aceptado como segundo piloto de mi nuevo barco. ¡Y dice que no se separará de mí!

El tono jocoso de estas palabras fue coreado con carcajadas. María se sonrojó con timidez.

―¡Por favor, Emil, no digas tonterías! ¿Qué dirán…?

―¡Oh, le conocemos bien! ―terció el profesor―. Sabemos que es un buen muchacho a carta cabal, pero bromista y burlón. La cierto es que puede considerarse muy afortunado con su boda contigo, María.

Правообладателям