Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―El capitán quería que esperásemos un tiempo antes de casarnos ―intervino Emil―. Pero yo le dije que si no nos conocíamos ya, después de lo que habíamos pasado juntos, nunca nos conoceríamos. Además, si me separaba de María, ya no podría responder de mi pericia como marino.
―Pero algún día habrás de dejarla en tierra, ¿no? ―preguntó Jo.
―Pues no, hemos decidido que María irá siempre conmigo.
―¿Es verdad eso, María? ―preguntó Daisy con admiración.
―Es verdad. He visto a mi marido y capitán puesto a prueba por los elementos. Con él estaré más tranquila que esperándole en tierra.
―¡Qué romántico! ―añadió Bess―. Será como un larguísimo viaje de bodas.
Jo miró a aquella inglesita con admiración. Bajo su apariencia frágil y delicada escondía un corazón valeroso.
―Así habla la mujer de un marino. Tienes suerte, Emil, y la mereces. Todos saben que yo era la única que esperaba tu vuelta, contra toda lógica, casi `contra toda esperanza. Tenía el presentimiento de que habías de volver.
―Me ayudaron mucho los consejos que tío Fritz y tú me disteis al marchar. Recordé siempre aquella veta encarnada del cordaje de la armada británica, y pensé que yo también debía distinguirme en todas las ocasiones y en todos los lugares. Fuese cual fuese la prueba, mientras quedase algo de mí, debía tener la marca que distingue.