Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Los había. Siempre había alguna golosina dispuesta en aquella casa. Mientras Emil daba buena cuenta de ellos, las mujeres conversaron animadamente con María, a quien encontraron encantadora.

Entretanto, Franz contó lo de Nath.

―Por su delgadez y su maltratada ropa me di cuenta inmediatamente que algo había ocurrido. Como él nada dijo, nada dije. Pero el profesor Baumgarten y Herr Bergmann me contaron luego toda la verdad. Nath había gastado más de lo debido y estaba procurando reparar imprudencias pasadas a base de un trabajo y sacrificio realmente agotadores. Baumgarten pensó que eso podría serle muy provechoso, y por este motivo guardó silencio hasta la llegada.

―Me satisface la reacción de Nath ―intervino el profesor―. Demuestra una integridad moral muy meritoria. No todos sabemos soportar dignamente la humillación para reparar equivocaciones.

Con su habitual oportunismo Jo decidió intervenir:

―Sabes, Meg, que siempre he creído en el muchacho. Le faltaba una prueba, la ha tenido y ha sabido salir de ella por sus propias fuerzas y, con toda seguridad, pensando en Daisy.

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