Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Se quedó pensativo, mirando a Jossie y al rosal. Tuvo una idea:

―Me parece que le voy a escribir.

Pero Jossie le interrumpió con alegría.

―¡Ya lo tengo! Es algo maravilloso. Para ella, que es tan sensible y romántica, y para ti, que tienes el alma de poeta.

―Por favor, Jossie, no lo tomes a broma. ¿De que se trata? Dímelo, por favor.

―No, no es broma. No podría bromear con una cosa que te atormenta. Verás, en un libro leí que un enamorado ofreció a su amada tres rosas. Una, que era tan sólo un capullo; otra a medio abrir; una tercera abierta en todo su esplendor. Según la rosa que ella eligiera, quería decir que también le quería un poquito, que le correspondía o que le aceptaba plenamente.

―¿Y si no escogiera ninguna?

―¡Oh, John! ¿Por qué has de ser tan pesimista? Alicia vale mucho, pero también vales tú. Si no lo pruebas, nunca lo sabrás.

―Pero tal vez Alicia no comprenda el significado…

―No lo dudes más. Alicia lo sabe, porque también leyó el libro.

John quedó un momento pensativo. Le gustaba la idea. Era delicada y sugeridora. Recreándose en sus propios pensamientos sonrió con anticipada felicidad.

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