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Cuando finalmente se dio acomodo a las dos parejas de recién casados y cada cual se retiró a su casa, Meg iba pensando que debería hablar con Daisy y, en lugar del rotundo «No», decirle algo así como «Ya veremos… si vosotros os queréis…»
Había sido realmente un día apoteósico en muchos aspectos. La felicidad había volado sobre Plumfield.
CAPÍTULO XIX
ROSAS BLANCAS
Jossie bajó al jardín. Deseaba coger unas rosas blancas con objeto de obsequiar a las novias. Cuidadosamente elegía las más hermosas, dispuesta a lucirse en su delicada atención para sus nuevas primas.
En esta tarea vio acercarse a John. Cabizbajo, pensativo, marchando pausadamente como agobiado por sus pensamientos. Ni siquiera se dio cuenta de la presencia de su hermana hasta que ella le llamó.
―¡Ah, hola! No te había visto. ¿Qué haces ahí, calamidad?
Jossie sonrió. Le gustaba ser llamada así por su hermano con aquella mezcla de suave ternura y de tonillo burlón.
―Cogiendo rosas para las novias. ¿No te gustaría tener una?