Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Y sin embargo no lo hizo. ¿Por qué?
Recordó a su madre inválida y a su anciano padre, que la necesitaban, especialmente ahora que había terminado los estudios y estaba en situación de ganarse la vida.
Era un grave problema para ella. Un problema del que dependía su felicidad. Pero conocía su deber y había que cumplirlo.
―No sería justo pedir a John que esperase. El sacrificio debo hacerlo yo sola sin encadenarle a una larga espera.
Con lágrimas en los ojos ―pero entonces de dolor― cogió el blanco capullo.
―Ese significa esperanza. Pero, aunque lo quiero muchísimo, ni eso puedo darle. ¿Cuánto habría de esperar?
Abatida por la tristeza quedó sumida en sus pensamientos.
Pasaron unos instantes. Unas voces hablando en la vecina habitación llegaron a los oídos de Alicia, alejando sus dolorosos pensamientos. Como es natural no habría escuchado, pero al oír el nombre de John no pudo resistir.
―¿Viste a John cuando Alicia recitó aquel discurso? Si no lo detengo, la abraza delante de todos. Estaba entusiasmado.