Читать книгу Devenir animal. Una cosmología terrestre онлайн

38 страница из 84

En esta habitación de barro, la temperatura nunca sube demasiado; paso mis manos por las paredes frescas y añado mis propios manchones. Mi silla cruje: quiere un cambio de posición, estirar sus huesos metálicos. Me inclino hacia atrás sobre las patas traseras hasta que su espalda toca la pared y la silla me acuna. Armé esta silla con unas patas de metal, puntales y tornillos, un listón de madera terciada para el asiento y un cuadrado acolchado sujeto en su lugar por una cubierta de tela cosida que coloqué sobre el torso de la cosa. Se estira y gira conforme mi cuerpo gira dentro de ella; incluso respira de modo sutil cuando el día se hincha de calor y se relaja hacia la noche. Es una compañera amable para mi espalda y mi trasero huesudo, así que trato de responder a sus súplicas chirriantes lo mejor que puedo, flexiono sus piernas, me inclino hacia un lado y hacia el otro y doy alivio a sus junturas y sus tornillos para que ella haga lo mismo por mí cuando me siento allí a pensar.

Esto de sentarse en sillas es algo nuevo y extraño para el cuerpo primate: tener nuestros cuartos traseros lejos del suelo y nuestra espina flexible suspendida en el aire. Civilizado, desde luego. Sin embargo, cuánto más se nutrían nuestras espinas dorsales de su amistad frecuente con el suelo, de plantarse en él como árboles cuando preparábamos la comida y tallábamos nuestros instrumentos en cuclillas, mientras tejíamos patrones en telas brillantes y charlábamos con nuestros parientes. Pero ahora despreciamos el suelo. Pensamos que la gravedad es un lastre para nuestras aspiraciones: nos tira hacia abajo, nos retiene, hace que la vida sea un peso y una carga.

Правообладателям