Читать книгу Devenir animal. Una cosmología terrestre онлайн
68 страница из 84
Ese modo de ordenar la existencia, que depende de una distinción absoluta entre materia y espíritu, ha hecho mucho por avalar nuestro dominio humano sobre el resto de la naturaleza. Aunque se originó en el antiguo Mediterráneo y alcanzó su punto más alto en la cristiandad medieval, esta vieja noción nunca fue desplazada por la revolución científica. En vez de eso, fue traducida a una forma nueva y actualizada por una ciencia que de modo tácito todavía se apoya en el supuesto de que existe una mente humana (o espíritu) sin límites que investiga un mundo natural básicamente determinado (o materia).
Sin embargo, tan pronto como cuestionamos la distinción aceptada entre espíritu y materia, esa jerarquía cuidadosamente ordenada empieza a tambalear y desintegrarse. Si admitimos desde un principio que la materia no es inerte sino animada (o que se organiza a sí misma), entonces la jerarquía colapsa y lo que nos queda es un campo diverso de seres animados, donde cada uno de ellos posee dones en relación con los demás. Y nos encontramos con que nosotros mismos no estamos encima sino en medio de ese campo vivo, y nuestra propia sentiencia es parte integral del paisaje sensorial.