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El dueño del bar preparó un cortado que sirvió en un vaso grande, y volvió hacia el sitio del fiscal con una botella de bourbon en la mano.

—Tú me dices…

Tras un par de segundos, Carbonell levantó ligeramente los dedos índice y corazón de su mano derecha y el barman dejó de verter el licor.

—Como puedes ver, hoy estoy a tope —dijo Juan Luis, acabando de preparar el expreso que había dejado a medias—. Con el tema del procés esto se me pone hasta arriba casi cada día. Así que no puedo darte mucha charla, figura.

Carbonell alzó el vaso y sacudió la cabeza haciéndole ver que no se preocupase por ello. Dio un pequeño sorbo y miró un segundo la bebida con ademán de aprobación. Cogió una servilleta para limpiarse los labios y miró de soslayo a su derecha.

—Un caso complicado —dijo.

La cara del juez De Marcos reflejó un atisbo de sorpresa, que rápidamente se apresuró a disimular.

El pelo corto y cano dejaba paso a unas entradas consecuencia de la edad y de las múltiples sentencias que cargaba a sus espaldas. La nariz aguileña sostenía unas gafas sin montura que solo usaba cuando notaba la vista cansada. Con gesto distraído, se llevó la taza de café a los labios con tal de arañar un par de segundos que le sirvieran para pensar una respuesta que no le comprometiera.

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