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Pascual Vila colgó el abrigo en el perchero y se dejó caer sobre la silla.

—¿Qué quieresh, Nacho?

—Vengo del juzgado.

—Sí, te he visto al final de la sala haciéndote hueco como un pollo saliendo del caparazón.

—Aquello parecía la jungla. Nadie esperaba el giro de guion.

Se encogió de hombros el otro.

—Conoces a Carbonell casi tanto como yo. Domina la escena. ¿Ya tienesh el titular para mañana?

Robles se zafó del maletín y lo dejó en el suelo. Con el bolígrafo se quitó un trozo de dátil aplastado que le sobresalía de la suela del zapato.

—Esperaba que me ayudaras.

Vila fingió extrañeza. Ignacio Robles sabía jugar con la confianza que ambos tenían desde hace años, forjada a raíz del famoso caso de ADIGSA, la empresa pública de la Generalitat de Cataluña que rehabilita viviendas sociales, o comúnmente llamado el caso «del tres por ciento», en el cual el antiguo Gobierno catalán de Convergencia i Unió, supuestamente cobró comisiones por ese importe procedentes de los presupuestos de las obras públicas adjudicadas al Govern de la Generalitat. La caja de los truenos la destapó en 2005 Pascual Maragall con unas declaraciones sacadas de un artículo publicado en el periódico en el que escribía Robles. Sin embargo, Maragall tuvo que recular debido a los perjuicios que ello podría provocar a su partido y al Gobierno del tripartido. Años más tarde, el caso volvió a la actualidad y fue entonces cuando Robles y Vila se encontraron. Vila ayudaba a Carbonell en una parte de la investigación, y no simpatizaba especialmente con el Gobierno catalán de la época. Pequeñas píldoras de información, dadas con delicadeza y cariño a Robles, provocaron que este publicase un artículo a toda página que ponía en jaque al partido de Artur Mas por corrupción.

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