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—Eso ya lo sé, Pasqui. Quiero saber lo que no se sabe. Y eso solo lo sabes tú, que cueces las habas desde dentro. Pensé que me advertirías de la estocada que tenía prevista en el último momento Carbonell.

—Te conozco, Nacho. Si te lo hubiera dicho, te hubiesesh publicado encima. No habrías guardado el secreto y Carbonell hubiera perdido el efecto sorpresa.

Encajó el golpe el otro.

—Una chica aparece muerta de madrugada en uno de los parques más simbólicos de la ciudad —dijo, intentando recomponerse—. Se ha celebrado el juicio y quiero publicar ya la sentencia.

—No soy adivino —contestó Vila, mostrándole las palmas de las manos—. Solo queda el hielo, el pescado está vendido.

Suspiró Robles, rendido.

—De acuerdo. Confío en ti y en que, si tienes algo, yo sea el primero en saberlo.

—Sabesh que siempre que puedo te ayudo, Nacho. Recuerda que fuiste al primero y al único que le filtré que había un vídeo de Oriol Junqueras dando clase a presosh en la cárcel. Creo que tu periódico llenó el cerdito con aquella exclusiva, y tú te llevaste algo más que un par de palmadas en la espalda.

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