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Asintió el periodista con la cabeza.

—Touché.

Robles salió de las oficinas poniéndose el casco de la moto. En menos de veinte minutos cruzó media Barcelona zigzagueando entre los coches para llegar a la redacción de El Diari. Su director lo esperaba en su despacho con el teléfono apoyado en el hombro, en mangas de camisa y con la corbata desabrochada. Con un gesto con la mano, lo conminó a entrar.

Robles se quitó la cazadora mientras esperaba a que su jefe terminase de hablar.

—¿Cómo ha ido? —preguntó, tras colgar el teléfono.

—El fiscal se ha sacado una prueba de la manga y ha destartalado el circo que tenían montado los hermanos Fuentes.

—No me jodas.

Roger Creucoberta abrió los ojos como platos. Era el director de El Diari desde hacía más de diez años, los mismos que superior directo de Robles. Se peinaba hacia el lado con gomina, y siempre vestía con tirantes elásticos que le subían los pantalones de pinza pasados de moda más allá de la cintura. Parecía recién sacado de Mad Men.

—Como lo oye. Lucio quería cargarle el sambenito a Fabián para beneficiarse de su esquizofrenia.

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