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La mujer señaló con la cabeza hacia un lado a la vez que escribía en el aire con un bolígrafo ficticio, como si estuviera pidiendo la cuenta en un bar. Vila puso los ojos en blanco y se encaminó hacia su despacho.

—¿Los periodistash ya no pedís cita?

—¿Después de tantos años todavía tengo que pedirte cita? Merche es un encanto.

Ignacio Robles aguardaba sentado con un maletín colgado en bandolera y un bolígrafo en la mano. Los ojos pequeños color café le quedaban pegados al puente de una nariz estrecha y ligeramente puntiaguda. Superaba la cuarentena y llevaba el pelo rapado para disimular la alopecia, lo que ensalzaba su tez pálida.

—Que tu periódico arrase en tiradash se te está subiendo a la cabeza.

—Reconozco que llevamos un trienio bastante bueno. Pero los pies en el suelo, Vila. —Golpeó el suelo enmoquetado con el zapato.

—No demuestra lo mismo el ático que te acabas de comprar. Merche me lo cuenta todo.

Rio Robles entre dientes.

—El derecho a la vivienda está reconocido en la Constitución.

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