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—Supuestamente usted y yo no deberíamos hablar del caso fuera de la sala de vistas.

—El caso ya está visto para sentencia —contestó Carbonell—. Así que técnicamente nuestro trabajo, el suyo y el mío, ha terminado. El jurado deberá decidir.

De Marcos ladeó la cabeza mientras cerraba un par de segundos los ojos, mostrando así cierta conformidad.

—Es una forma de verlo.

—Su trabajo es admirable —murmuró el fiscal—. Y más en los tiempos que corren. Con Catalunya resentida, los bancos en el punto de mira… cualquier sentencia se mira con lupa.

El juez asintió con la cabeza. Sin mirarlo.

—Juzgan a los que juzgan, como digo yo.

—Y tiene razón. En cierto modo, usted y yo estamos en el mismo bando en la sociedad actual. El problema está en que ahora, con la que está cayendo, parecemos los malos.

De Marcos se quitó las gafas y las dejó encima de la barra.

—No sabía que hubiera bandos.

—Debe haberlos. El sentimiento de pertenecer a un grupo es algo innato en el ser humano. Es una forma de protección. Indios y vaqueros, Darwin y la Iglesia, anarquía y comunismo. Y ahora, justicia e independencia.

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