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Daniel se sobresaltó ante la oferta. Solo quería tener un máximo conocimiento sobre una posible valoración para el caso de que llegase el momento en que tuviera que desprenderse de ella y así se lo hizo saber.

—No, no quiero venderlo. Solo quería tener una idea más concreta y justa de lo que podría sacar en caso de necesidad.

—Pues ya lo sabes. Y hasta podría llegar a los dos mil quinientos.

—Es una buena oferta, sí. Te doy mi palabra de que si decidimos venderla el primer paso que daremos para su venta serás tú. Es bueno, ¿no?

—Sí, bastante luminoso y fácil de tallar. La dificultad que puede ofrecer tallarlo es fundamental. Cuanto más fácil es la talla, más encarece su precio. La estructura cristalina es determinante y hay que tener en cuenta que una vez tallado puede perder hasta el cincuenta por ciento de su pieza original. Este es un stone.

—¿Un qué? —preguntó con despiste relativo.

—Un stone es, suele ser, una piedra muy bella. Casi siempre por encima de un quilate y casi siempre de formas octogonales. ¿Cómo lo conseguiste?

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