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En casi todos los países europeos el tráfico de pasajeros en líneas aéreas comerciales, exiguas, se mostraba inexistente debido a la escasez de combustible, por lo que su viaje hacia España, país considerado como del Eje por entonces, solo podría tener una forma reguladora: ferrocarril o carretera. En ambos aspectos, los obstáculos se revelaban más que imprecisos debido a los diferentes frentes de guerra activos y con las consabidas catástrofes que conllevaba su estrategia militar: puentes destruidos, líneas de tren seccionadas, además de otros estragos en carreteras de zonas donde la propia beligerancia no las considerase necesarias. Sería un viaje complicado. Así se lo expuso a la familia:

—¿Cómo estás, David?

—Bien, papá. ¿Quién es ese señor? —preguntó.

—Uno de los que nos pueden salvar la vida.

—¿Y qué os ha dicho?

—Que es posible que en un par de días iniciemos el viaje.

—Bien, estoy preparado. No he dicho ni una sola palabra al grupo. Solo George sabe que es posible que desaparezcamos y me ha dado la dirección de una tía suya para que le escriba desde donde estemos y así no perder el contacto.

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