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El encargado de negocios, Ángel Sanz, tuvo una amigable charla con ellos en la que les expuso la situación fronteriza, el viaje que realizarían y los posibles problemas que convendría desafiar. Habló solo de posibles problemas, no de un inmediato quebranto de sus identidades. Y por tanto, como ciudadanos españoles, tenían todo el derecho de regresar a su país. Además del pasaporte colectivo, se les facilitaba un salvoconducto con la misma numeración, y además con la prórroga de viaje fijada en dos meses naturales desde su fecha de emisión, que sería el mismo día en que ya se iniciaría su partida.

—¿Hoy?

—Sí. Esta misma tarde, cuando anochezca, un vehículo de la embajada os llevará a la estación.

La familia, la nueva estirpe Venay, se intercambió miradas de recelo, de vacilación. A pesar de estar semanas esperando el momento, la psicología mental de todos ellos parecía indicar el hecho de no estar preparados para afrontar la imperiosa salida que se preveía.

David, con reparo, levantó el brazo derecho para preguntar.

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