Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

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Dimas, con su exiguo alemán, mostró sus credenciales, ante lo que el militar le indicó que el cambio de estación se debía a que el tren llevaba una parte importante de tropas y que se debía configurar el orden en aquella parte de Budapest. Dimas, como buen agente de la diplomacia, convino que sus pasajeros eran miembros de la legación y requería un trato amable para los mismos. El teniente Hofmann saludó militarmente y le expresó que cuidaría de ellos. Dimas despidió a los Venay con muestras de aprecio y ponderación antes de abandonar la estación. El teniente ni siquiera les solicitó su documentación. Les indicó por señas que le acompañasen; pasaron un par de controles militares por las veredas, revisiones que ni siquiera les hicieron caso al ver que marchaban acompañados por uno de sus oficiales, y al cabo de pocos minutos estaban instalados en uno de los vagones denominados como preferentes. El segundo del convoy, para ser exactos.

El compartimento donde fueron instalados, de seis asientos y en un ambiente lujoso, tenía cierta similitud con el afamado Orient Express. Seis cómodos butacones tapizados en terciopelo marrón, poblados de vellos distribuidos de una manera homogénea, con fibras acompasadas entre la seda y el algodón, imprimían al ambiente una elegancia implícita. A lo que había que sumar los paneles de maderas nobles y el revestido de sus suelos, que realizaban un papel preponderante en el mantenimiento de la temperatura ambiental.

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