Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

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David le miró con inocencia, con ingenuidad.

—Es un poco complicado, ¿no?

—Ya te irás dando cuenta, hijo, en cuanto te hagas un poco o un mucho mayor.

Un mozo de estación, con las consabidas banderas roja y verde, se acercaba por el andén en dirección a la locomotora. Al llegar a su altura, levantó la bandera verde en señal de que podía iniciar el viaje. La máquina, de tracción de vapor, pitó con fuerza en dos ocasiones y las calderas comenzaron a funcionar. El viaje se iniciaba. Les habían comentado que Salzburgo, una ciudad austríaca cercana a la frontera alemana y pasada la mitad del camino entre Budapest y Viena, sería en condiciones normales la primera estación con parada en el largo viaje. También les explicaron que durante el desplazamiento se les facilitaría comida y agua. Los billetes estaban emitidos en lengua alemana, que desconocían, y en ellos se expresaba que las comidas estaban incluidas, además de las bebidas no alcohólicas. Sin embargo, Daniel, en su notoria desconfianza, agregó en la pequeña maleta de viaje algunos víveres que podrían calmar cualquier tipo de necesidad momentánea.

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