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—¡Papá! ¿De dónde has sacado eso?

Hizo un gesto escueto definiendo la parte superior de los bargueños y de una forma simple indicó que deberían apagar la luz del compartimento.

—Mañana será otro día. Buenas noches.

La llegada a Salzburgo se produjo antes de que iniciaran su entrada en el coche de servicio para tomar el desayuno. Le sorprendió el trato preferencial que recibieron, tanto por parte del revisor, que parecía ser el jefe del tren, como por los empleados que allí se encontraban. Lo que desconocían es que existía el rumor, que se extendió de una manera vertiginosa, de que un embajador, concretamente el de España, viajaba en el segundo vagón del convoy. Como habían decidido con anterioridad los Venay, la lengua que utilizaban para hablar entre ellos era el ladino, lengua cercana al español antiguo de la época y, en consecuencia, castellano puro para los que no llegaban a hablarlo.

Finalizado el almuerzo, les informaron de que la locomotora debería descansar y ser preparada para continuar viaje y de que no se produciría la salida hasta las cinco de la tarde. Tenían tiempo de pasear por la ciudad. También les comentaron otros viajeros que el jefe de tren les había informado de que debían esperar la autorización para continuar el viaje hasta territorio francés. El itinerario previsto posiblemente no podría cumplirse debido al hecho de que Suiza no autorizaba el paso de los convoyes de naturaleza alemana o similar.

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