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—¡No llores, mamá!

—Estoy cansada, hijo.

—Me voy a pasear por aquí cerca. Hace un día espléndido.

—No te salgas del andén. Mamá y yo hablaremos y dentro de un rato te diremos lo que hemos decidido.

Cuando se quedaron en soledad, Daniel le preguntó a Edit:

—¿Y tú cómo estás?

—Ahora bien. Puedo aguantar tres días más.

—¿Y retrasarlo?

—Nunca he tenido que hacerlo. Pero entiendo que si me cambio menos a menudo podría funcionar.

—Bien, de momento no debemos preocuparnos. Tenemos un margen de varios días y no creo que el viaje se demore tanto.

—Ya veremos.

Decidieron dar un paseo por la ciudad. David había hablado de un día espléndido y tenía razón. Los abrigos y el gabán deberían permanecer en su compartimento, ya que el sol iluminaba algo más que el ambiente. También sus ideas.

Salzburgo se mantenía como una agraciada ciudad interior alejada de los frentes. Los alemanes habían invadido Austria hacía cinco años; incursión con escasos visos bélicos y, por tanto, se conservaba autónoma, dentro de la ocupación. Hitler, en su oblicua tendencia, anexionó todo el territorio austríaco de manera totalmente tranquila. Fue, pareció ser, una ampliación de la Alemania nazi, que confirmó un plebiscito para definir el estatus de Austria. El pueblo la consideró como parte de la Gran Alemania.

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