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Parecía que el atuendo distinguido de la familia Venay, su acción considerada durante el periodo que habían pasado a la espera de la aceptación y examen de sus credenciales, había obligado al militar a concertar que estaban por encima de la realidad efectiva; unos documentos que nadie había solicitado, dando por hecho que, si un mayoral de la legación acompañaba y se mostraba al servicio de una progenie, era evidente que el progenitor desempeñaba un cargo de cierta importancia en la propia embajada.

Una compañía de militares alcanzaba los andenes lista para subir al convoy que los transportaría a Lyon o a cualquier detención intermedia. Los soldados recorrían el andén indicando su presencia por el ruidoso zapateo que emitían sus botas al caminar. No eran demasiados, unos ochenta, y se acordó que viajarían en los dos vagones traseros, aunque parte de la compañía ejerciese durante el viaje las funciones de seguridad, tanto de la locomotora como en las diferentes secciones que constituían el conjunto del tren.

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