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—Lo primero es que la nacionalidad de la locomotora es húngara, el destino es Francia y el transporte que se efectúa es de material de construcción.

—¿Y la tripulación y los militares?

—Bueno, según nos comentó, la dotación del tren es de ocho personas: dos maquinistas, dos asistentes, además del jefe del conjunto, y tres dedicados a atender al pasaje. Todos ellos, a excepción del revisor, son húngaros.

—Ya, ¿pero los militares qué?

—Eso también parece que está estudiado.

—Parece ser que la máquina tiene que abastecerse de agua y carbón dentro de una limitación de kilómetros y, por tanto, eso le obliga a efectuar una serie de paradas, que se denominan de asistencia, en un plazo máximo de cinco o seis horas.

—¿Seis horas? —inquirió David, ofuscado.

—Sí. Más o menos cada trescientos kilómetros.

David silbó, Daniel sonrió y Edit solo revelaba signos de estupefacción.

—¿Y cómo es que no nos enteramos la noche pasada?

—¿Podría ser que estuvierais durmiendo? —preguntó en tono de ironía su compañero de mesa contigua.

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