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—Muy inteligente de tu parte traer eso contigo —le dijo ella.
La cena fue idéntica al almuerzo; estaban a solas en el oscuro comedor. Cenaron tan rápidamente como les fue posible, y rehusaron el café. Era sorprendente que la señora Rainmantle no hubiera bajado.
—Me gustaría dar una vueltecita por la plaza antes de volver al cajón —dijo el doctor Slade.
—Bueno —dijo ella sin entusiasmo—. Probablemente tendré insomnio de todas maneras.
—No, no lo tendrás— le acarició el brazo.
—¡Dios, qué calor! —dijo ella, levantándose de un salto—. Vamos.
7
En lugar de la calle principal, escogieron un callejón estrecho y bien iluminado para pasear; de pronto se vieron, ya no entre las casas y los árboles, sino en un entarimado sobre un pantano. Las luces de la calle comenzaban de nuevo mucho más adelante; aquí estaba oscuro, y sus pisadas hacían resonar la madera. Mientras avanzaban, las ranas que estaban bajo sus pies dejaban de croar, pero el sonido continuaba a su alrededor.
—Que lugar tan extraño —dijo el doctor Slade.