Читать книгу Por encima del mundo онлайн
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—¿Puedes ver para desvestirte? —preguntó.
—Nunca tengo problemas para desvestirme —respondió alegremente la señora Rainmantle, la cabeza enredada entre sus prendas.
La señora Slade oyó la otra cama que crujía bajo el pesado cuerpo. La señora Rainmantle suspiró profundamente. “Qué delicia”, dijo, contenta.
Los insectos cantaban; en alguna parte, una puerta se cerró. La señora Slade se arrepintió de haber aceptado el whisky, su estómago lo resentía. Se esforzó por no pensar en el doctor Slade, acostado en ese horrible cuarto, pero la imagen estaba frente a ella.
8
El doctor Slade cerró la puerta y extendió su ropa sobre el polvoriento escritorio. Cuando se hubo desnudado se paró bajo la luz y ajustó el despertador de su reloj de pulsera. Luego, mirando con aprensión la cama deforme, apagó la luz. Con la linterna buscó el camino a través del caos hasta el pie de la mosquitera y se metió en la cama. Después de varios experimentos, descubrió que si se tendía en diagonal a lo largo de la superficie inclinada, podría estar razonablemente cómodo. Había dejado a propósito el pijama. Era una protesta tácita, una forma de negar la existencia del cuarto. Al amanecer, se vestiría y se marcharía del cuarto con las manos vacías, como si no hubiera pasado nada. Con el ruido de los insectos que lo rodeaban, a veces alcanzaba a oír la voz de las mujeres, sin entender sus palabras.