Читать книгу Por encima del mundo онлайн

42 страница из 51

Poco después, salió deprisa para ir al baño, y maldijo las plantas que le rozaron el rostro en la oscuridad. Un momento antes de llegar al final del corredor, supo que no se daría una ducha. No habría dónde poner la linterna; se mojaría o caería al suelo, y ella quedaría a oscuras con el agua corriéndole encima. Entró en una de las duchas y aseguró la puerta. Hacía calor, estaba oscuro, no había aire. Entre el lavamanos y la ducha, había una mesita, donde dejó la linterna. Las paredes estaban impregnadas con un viejo olor a letrina. Más tarde, cuando el sol se hubiese levantado, se sentiría bien, lo sabía; pero ahora tenía náuseas. “Si pudiera devolver”, pensó. Pero era como querer vomitar la noche misma; la noche aún estaba ahí, y, en sus entrañas, la corrosiva acidez.

Cuando salió el aire pareció más fresco, y casi podía ver el camino por entre los helechos y las plantas sin la linterna. La encendía y la apagaba al caminar; cuando llegó frente al cuarto la encendió, entró y cerró la puerta. Para reducir al mínimo las probabilidades de despertar a la señora Rainmantle (pues no quería hablar con ella en ese momento), se vistió rápida y silenciosamente. Luego cerró sus dos maletas y alcanzó el bolso, pensando en que parecería poco amistoso de su parte partir así, sin decir adiós. “No. Tenemos que marcharnos”, se dijo a sí misma; quería salir del cuarto de una vez por todas. Lo más seguro, para lograrlo, sería guardar ella misma las cosas de Taylor, sacar todo el equipaje y dejarlo junto a la puerta. Así, habría silencio en el cuarto. Taylor no tendría que volver a entrar, y la señora Rainmantle seguiría durmiendo.


Правообладателям