Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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–No, llamo yo a alguien –dice–. Llamo yo.

Es una tarea para más tarde, para el anochecer. Reggie prepara huevos. Se sientan a la mesa a comer. La bebé ha dejado la manzana y descontenta se tira de la oreja. Tiene puesto un austero jumper blanco, y con la gorra de su pelo oscuro parece un monje en miniatura. Mark vio una vez un cráneo infantil, en un museo médico, con todos los dientes definitivos listos bajo los de leche. El cráneo que vio era mayor, de una criatura de cuatro o cinco años. Pero Mark ve allí el cráneo de su hija. Hueso tranquilo, y en crecimiento, los dientes en expansión, crujientes como madera hinchada cuando empujan hacia fuera, cortando las encías. La doble sonrisa burlona que perdura en la muerte, mientras que los ojos y la nariz y las orejas se deshacen, se convierten en agujeros oscuros. Alza la vista en dirección a Maya, cuyo mentón está apoyado en la cabeza de la bebé. Cuando ella da vuelta la cara para mirar por la ventana, él contiene la respiración. Por un simple momento, brillante, ella es Chariya, la curva de la mandíbula de color chocolate, los ojos feroces, con pestañas rizadas. Se queda muy quieto y la mira.

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