Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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Cuando llega la nochecita, Mark se ata una bufanda para taparse la boca y saca el veneno. El cielo está hermoso, pende muy bajo, cargado de nubes, y todos los árboles se oscurecen en formas grandes en el patio, el manzano y el limonero y el roble. Él sigue el canal de avispas hasta su fuente. Aun con la escasa luz alcanza a ver el nido apoyado en el espacio que queda entre el techo y la pared de la casa. Parece irradiar luz, aunque pálida, como una luna. A las avispas hay que matarlas al anochecer, una vez que han terminado su trabajo diario y están volviendo a casa. Pero la vez anterior no había sido implacable. El olor del producto químico lo había descompuesto. Las avispas no hacían ruido, drogadas por los vapores. Estaban mareadas y asustadas y no trataban de picar. Le dieron pena y volvió adentro.

Ahora, observa entrar volando a las últimas avispas. Hay una oscuridad total, pero sus ojos se han acostumbrado. Tiene las manos frías. Antes que el producto químico cubra el nido y se seque, salen algunas, vuelan raro, casi como borrachas, luego caen. Él rocía una y otra vez. El resto queda atrapado en esa casa suya. Mueren tranquilas. El olor acre lo circunda, aunque trata de no inhalarlo.

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