Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн
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En la cocina Reggie ayuda a Mark a guardar la vajilla. Pero ella de repente está exhausta y de pronto la luz de la estancia se vuelve blanca en el centro y se expande.
La mano aferrada al plato se afloja y el plato se hace añicos contra la baldosa azul. Ella se apoya contra la mesada, hasta que los brazos de Mark la rodean y se desploma en esa masa corpulenta, medio despierta, medio en sueños, que pide disculpas a través de labios peludos. Ella puede olerle las lágrimas tragadas pero no tiene fuerzas para sentir lástima. Tiene en el cuerpo un zumbido vívido, el ruido de un tren. Él la alza por encima de los pedazos de plato, pisando con cuidado a los costados con los pies solo en medias, con calma, murmurándole como a una criatura, diciéndole que está muy cansada, que necesita descansar. No la han llevado alzada desde que era una niña, Mark lo hace con facilidad. Pese a su solidez y altura, ella es liviana en brazos de él mientras la lleva a la cama. Él inspecciona ambos pies encallecidos en busca de astillas de loza incrustadas y, cuando no encuentra ninguna, le pregunta si quiere agua. No, dice ella, haciéndole señas de que se vaya. Dice que lo lamenta. “¿Lamentas qué?” Ella no contesta. El dormir se cierne sobre sus ojos con espesor lechoso. Luego lo ha atravesado, sin un sueño que lo suavizara.