Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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Los ojos de Maya están abiertos. Ve la oreja de él, la curva de su cabeza, la puerta cerrada. Siente acabar su furia a través de ella como veneno. Pero va a recibirla, a esa furia, y va a agregarla a la suya. Y la tibieza se le congrega en el centro. Cierra los ojos. Descubre la comodidad del cuerpo en otro cuerpo, el sudor que se junta donde se tocan. Le apoya una mano en la nuca, entierra los dedos en el pelo mullido. ¿La siente él, esa tibieza en el centro, apaciguadora? Él se calma, incluso en el momento en que su cuerpo alcanza el frenesí. La sensación es casi sagrada. El pelo de ella, suelto, el olor a miel en torno a él, cayéndole por los hombros. La voz de ella mordiéndole la nuca, construyendo, construyendo, luego tranquilizándose. El goce del cuerpo sale tambaleante. Están anonadados, asustados por ese goce. Pero ambos lo aferran, reteniéndolo en brazos como a un gato montés hasta que se libera y huye.

Él la baja a la cama. Ella, jadeante, lo mira. Lo ve más humilde que nunca.

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