Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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–¿Qué pasa, mi amor?

La bebé se tranquiliza, vigila. Le huele los cigarrillos, pero lo perdona.

–Tiene un diente nuevo –dice Maya, desenrollándose del cuello la bufanda.

–¿Qué tal esto? –le dice él a la criatura, meciéndola, mientras el alcohol abandona su cuerpo. Pronto se queda dormida. La casa está empapada de noche: la noche se ha contraído como un puño en torno a la casa. No importa. Pueden encender todas las lámparas de la casa hasta que arda la mañana.

Mi hermano en la estación

En el porche delantero, mi hermanito estaba sentado con el gato del vecindario. Lo miraba fijo con mucha atención. Se había agachado, hasta tenerlo frente a frente casi a la altura de los ojos. Al principio el gato siseó y alzó el pellejo como si estuviera asustado. Luego se calmó y se quedó muy quieto. Estaba parado en cuatro patas muy parejas y miraba fijo a mi hermano con sus ojos amarillos brillantes.

–¿Qué estás haciendo? –Me crucé de brazos. ¿A quién le gusta ser hermana mayor?

–Nada –dijo él. No alzó la vista para mirarme. Cuatro años y apenas empezó a perder la gordura de bebé, pero sigue teniendo las manos y los codos blandos como el queso. El pelo estaba creciéndole de nuevo desde la ceremonia de corte que le habían hecho mis padres, con retraso, uno o dos meses atrás. Tenía una mirada seria.

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