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Cuando me desperté, el gato había hecho pis en la alfombra y mami estaba haciendo panqueques. Papá estaba tomando té indio en la cocina.

–¿Cómo pudo saber eso? –decía papá.

–No sé –dijo mi madre. Estaba revolviendo la masa muy fuerte, lo que me hizo pensar que estaba enojada.

–Oírle decir eso, nunca se lo he contado a nadie, y mi madre, bueno, yo no estaba ahí cuando murió…

Mi madre dejó el cuenco y empezó a llorar.

–¿Qué vamos a hacer?

–No tenemos que hacer nada. –Le puso una mano en el hombro–. Está todo bien.

–Me siento tan loca… –Me vio, de pie en el vano de la puerta, y se enjugó la cara–. Buen día –dijo.

–Buen día –dije yo.

–¿Ese que está ahí es el gato de los vecinos? –dijo mi madre.

Asentí.

–Ve a sacarlo –dijo ella, pero no me regañó. Cuando volví, me había puesto un plato en la mesa. Había hecho un panqueque con la forma del ratón Mickey.

–¿Está bien él? –pregunté.

–Sí. Está durmiendo.

Me senté y empecé a comer. Tenía mucha hambre.

–¿Quieres otro? –dijo mi madre.

–Sí –dije yo.

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