Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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–Este no tiene la forma de Mickey.

–Está bien, no importa.

Terminé la comida y fui a la habitación de mi hermano. Estaba durmiendo de costado con las manos enrolladas en puños tensos. Dormía con los ojos medio abiertos de modo que nunca se sabía. Pero su respiración era lenta y profunda y a veces se le crispaba la boca. Así quieto y sonriente, yo podía fingir que él me quería. Puse mi cara cerca de su cara y puse mi boca al lado de su boca, de modo de poder respirar su respiración. Su boca estaba amarga y erizada, con el gusto feo de la medicina. Me puse muy furiosa. Tenía fuerza suficiente para levantarlo y aplastarlo. Habría podido de veras. Parecía engreído. Él podría haberlos mantenido lejos de mí para siempre si hubiera querido. Soltó un ruidito semejante al maullido de un gatito. Lo escupí. Un globo de saliva le tembló en la mejilla, pero no se despertó.

En estos días, cuando duermo de costado, tengo que ponerme una almohada debajo de la panza para mantenerla en alto. Tenía problemas para dormir incluso desde antes de estar embarazada, a diferencia de mi marido, que no dejaba de dormir ni durante un terremoto si no estaba yo para despertarlo, cosa que una vez le sucedió. En la universidad, cuando dormía sola, la noche era densa, insoportable. Pero ahora, con un cuerpo a mi lado, la noche se convierte en algo que puedo tolerar. Me levanto y voy a la cocina y me permito comer algo, lo que quiera. Últimamente, de lo que vengo teniendo antojo es de suero de manteca, frío y espeso de la heladera. Otras veces voy a tomar leche caliente con un poco de miel. Con frecuencia me pregunto qué clase de madre voy a ser. Mi madre rezaba un montón cuando estaba embarazada de mi hermano. Pero yo no puedo susurrar como ella con las cuentas. Me da pena.

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