Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

35 страница из 47

–Ese es mi gato –dije yo.

–No, no es cierto. Es de los Epstein.

–Es mi gato –dije yo de nuevo. No era cierto. Yo a veces atrapaba al gato entre mis rodillas y enseguida le apoyaba la nariz en la panza polvorienta, para absorberle el olor tibio, a pasto. Pero ahora la mirada entre ambos era tan densa que se había vuelto casi física, una cuerda atada entre los dos.

–No le gusta cuando lo aprietas tan fuerte –dijo mi hermano.

–¿Cómo puedes saberlo?

–Me lo dijo él.

–Qué mentiroso.

–Yo no soy mentiroso –dijo él.

–Demuéstralo –dije yo.

–Demuéstralo tú.

–Dile que haga algo.

Mi hermano hizo una pausa, frunció las cejas.

–No quiere.

–Sí, claro. Ya sabía que eras un mentiroso.

Dirigió de nuevo la atención al gato. Tenía en la cara una expresión muy decidida. Se quedaron tranquilos un rato.

–Está bien.

–Hazlo saltar hasta mi mano. –Estiré el brazo a la altura del hombro. El gato me miró a mí, a mi hermano, de nuevo a mí. Luego saltó a mi mano, acometió con la cabeza contra las yemas de mis dedos. Por un segundo me quedé tan anonadada que casi creí que iba a largarme a llorar. Pero no quería que mi hermanito me viera llorar, así que no lloré. Me apreté como un nudo negro–. ¿Me quiere más a mí que a ti?

Правообладателям