Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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–¿Tomó mucho? –Maya de pie en el vano de la puerta.

–Apenas un poquito. Está cansada, nomás, me parece.

–¿Llamamos a un médico?

–Está bien. Dejémosla dormir.

Regresan a la cocina y recogen el plato roto: Maya junta los pedazos grandes en una bolsa, Mark pasa la aspiradora por los rincones de la cocina. Una vez terminada la tarea, dejan la vajilla donde está y abren otra botella de vino. Esta botella es mejor que la primera, es interesante retener el amargor en la lengua. Los dientes de Maya adquieren por el vino un tinte azul, Mark se lo ve cuando ella sonríe.

–Recuerdo cuando nos conocimos. No me gustaste.

Él está cansado por demás para tomárselo con el mejor de los ánimos.

–¿Por qué?

–Parecías demasiado esplendoroso. Un poco arrogante.

–Nunca me habían herido.

–Pero no es mejor así. No estás mejor. Desearía que no te hubieran herido.

Él dice simplemente:

–No tiene sentido desear.

–Fuiste bueno con ella.

Apoya el pie sobre el pie de él por debajo de la mesa, y está frío, él lo siente a través de la media. Luego ella baja la vista. Con mano ausente frota la base de la copa vacía. Es un hombre distinto del que conoció, hace seis años, con un traje elegante. Así como no ha hecho ningún esfuerzo por vestirse en los últimos días, no ha hecho ningún esfuerzo por cuidar y serenar su cara. Sin afeitarse, la piel áspera de un hombre, con pecas y arrugas. Le ve los poros en las mejillas. Le mira la cara como una quiromante mira una mano, y ve el futuro de la cara, con la conmoción profundizada en amarga furia. Ve expandirse espeso por la frente el amor por la criatura. La posibilidad de la crueldad temblando en las tensas comisuras de los labios. Se inclina por encima de la mesa y le besa con suavidad la boca. Por favor no seas cruel. La boca es carne viva, como besar una herida abierta. Por un segundo sus caras se ciernen separadas entre sí, sus cuerpos están quietos, como reflexionando. Luego ella se trepa a él, con las rodillas sobre la mesa para apretarse contra su cuerpo. Los brazos que la abrazan irradian de un cuerpo desesperado. Van a la habitación de Maya, no a la de Mark, y cierran la puerta. Ella se saca el suéter que era de Chariya y la falda y se acuesta sobre el cubrecama. Mark de pie arriba, con aspecto tierno y hostil: un extraño. Ella siente locura en el cuerpo. Por favor no seas cruel. Está mirándola, y ella lo deja, pero se cubre la cara con la almohada. Él la atrae hacia sí y le baja el calzón, libera los pechos del corpiño, los pezones morenos se abultan al encontrarse con el aire azul. Él entonces le introduce la tersa cosa tibia, resbaladiza en la humedad interior, y ella lo aferra con las piernas. Él la alza hacia sí, sus cuerpos apretados, sin espacio, al fin, entre ambos cuerpos, excepto la diminuta, infinita ausencia que permanece entre ellos. El espacio es una pregunta que hace el cuerpo y no encuentra respuesta. ¿Por qué? y ¿Dónde? y ¿Chariya?

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