Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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Esa noche comen todos sentados a la mesa, toman vino. No es un vino bueno, pero no importa. Empiezan a tomarse el pelo, a contarse chistes, chistes para hacerse reír entre sí. La risa tiene gusto gracioso en sus bocas, mezclado con el gusto amargo del vino, entonces se entusiasman. Cuentan historias de antiguos amantes. Maya tiene los pies descalzos apoyados en las patas de su silla, Mark mira esos pies: le gustaría convertirse en perro y lamerlos, y los huesos gordos de ese tobillo. Amante que solo quería tener sexo en los baños de trenes en movimiento, amante que llamaba a la madre mientras acababa, amante que se excitaba con el ruido del agua corriente. Una amante que siempre se dejaba las medias puestas. Chariya: Mark jamás lo diría. Llanto después de hacer el amor, lágrimas en las comisuras de los párpados. Pero no por tristeza, decía ella, enjugándose la cara y riéndose. No por tristeza.

–Yo dormí con un blanco que se la pasaba pidiéndome que le hablara en hindi.

–¿Y le hablaste?

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