Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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–Bueno, no sé hindi. Así que empecé a decir nombres de platos de los restaurantes indios.

–¡Qué mal! –dice Reggie–. ¿Y él qué hizo?

–Acabó.

La bebé se cansa. Maya la agarra y la cambia y la acuesta a dormir. Se queda achispada en la habitación a oscuras mirando a la criatura con ojos aguzados por la noche. La criatura está enrollada, con los puños, los pies, apretados contra sí misma, impenetrable en el sueño. Parece feroz en su cuna, da una profunda ilusión de autosuficiencia. Sin pedir nada a la joven que la mira y sin embargo, con la pregunta de todas formas planteada. ¿Va a quedarse ella a hacerles compañía a estas personas de luto, mientras la criatura se hace cada vez más sustancial y encantadora, y se entera de la amplitud y la profundidad de su pérdida? No puede enfrentar esa pregunta. Quiere despertarse en su departamento y sacarse de encima ese sueño como un perro mojado, darse una ducha, tomarse un café bien fuerte y sentarse en la luminosa posibilidad de la mañana. Pero la mañana nunca más volverá a ella de ese modo. Cada mañana va a despertarse con la mancha metálica de la ausencia en la lengua.

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