Читать книгу Manos frías онлайн

11 страница из 29

–El truco está en no meter la llave hasta el fondo–intenté otra vez ser simpática, pero él sólo murmuró una pulla y pude oír perfectamente la palabra mascullada: “zorra”.

Apreté los labios y lo fulminé de un vistazo. Entré por delante de él, sin molestarme en sujetarle la puerta, y subí las escaleras con los zapatos en la mano y con el paso más ligero que mi agotamiento me permitía. Tarado.

Y ahora estaba delante de su ventana, ya con mi carné de biblioteca guardado y envuelta en la manta. Apoyé los dedos en el porticón y empujé suavemente. Estaba abierto. Sopesé por un segundo si no respetar su privacidad violaba mi código ético, decidí que no y me colé. Al entrar no tuve que esperar a que mis pies llegaran al suelo. Había bajo la ventana un sofá viejo pero bastante mullido que me dio la bienvenida. Hacía tanto frío dentro del piso como fuera. Como en mi casa.

Su apartamento era más grande que el mío, con un dormitorio y la cocina separada de la sala principal. Fui a la nevera y la abrí: unas cervezas, tres huevos y poco más moraban el refrigerador. Yo también tenía que hacer la compra. Era primeros de mes, pero me quedaban sólo cien euros. Pasaría hambre. La encimera estaba grasienta. Seguí curioseando para olvidar mis penurias. En el lavabo había espuma de afeitar, un par de cuchillas y jabón. Igual era él tan pobre como yo.


Правообладателям