Читать книгу Imparable hasta la médula. El cáncer como aprendizaje de vida онлайн

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—Tienes la espalda como una piedra —me aseguró el médico de cabecera—. Te voy a recetar un relajante muscular y te daré cita para una radiografía. Así podremos descartar que alguna de las vértebras esté pinzando un nervio.

Las pastillas que me recetó surtieron efecto tan solo durante los días en los que compaginé la medicación con sesiones de fisioterapia y acupuntura. Pero el alivio fue ínfimo. Los dolores eran cada vez más intensos, especialmente por las noches. Cuando cerraba los párpados y el cuerpo me pedía descansar, se agudizaban las molestias que fortalecían mi convicción de que algo no iba bien. Contrarrestaba las horas de insomnio pensando en Aitor y en las imágenes que me despertaban las palabras que me regalaba desde Martinica.

—Me gustaría bañarme abrazadito a ti en este mar, tomar el sol y unas copas en los restaurantes de la playa. Es una pena no compartir este viaje contigo. Pienso mucho en ti.

Lo sentía tan cerca estando tan lejos… Y aun así fantaseaba con arenas sedosas deslizándose entre mis pies y rayos de sol bronceándome la piel al son de ritmos caribeños. Un espejismo que se disipaba en cuanto un calambre de dolor me hacía volver a la realidad.

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