Читать книгу Imparable hasta la médula. El cáncer como aprendizaje de vida онлайн

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Subir hasta mi apartamento, un tercero sin ascensor, se había convertido en una pequeña penitencia. Los abductores chirriaban de dolor cada vez que intentaba elevar las piernas para alcanzar un nuevo peldaño, y tuve que ir añadiendo paradas en los descansillos para evitar quedarme sin aliento. Mi cuerpo parecía haber envejecido de repente, y no podía hacer caso omiso a las señales que me revelaba. Menos aun cuando, nada más empezar el puente de diciembre, me mareé en el supermercado. Mientras pagaba la compra, comencé a sentir sofocos. Un calor repentino en la cara y el cuello me provocó sudores fríos y una flaqueza que me obligó a pedir auxilio antes de desvanecerme. En el baño intenté recomponerme. Apoyé los brazos en el lavabo para respirar mejor antes de subir la mirada y contemplar mi reflejo en el espejo. Tenía la cara blanquecina y unos surcos oscuros alrededor de los ojos que me hacían parecer un oso panda. Volví a respirar, me mojé las manos bajo el grifo y me humedecí la frente y la nuca. El efecto balsámico del agua me aportó la fuerza necesaria para llegar a casa y abandonarme en el sofá.

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