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Salí del local y de la Universidad corriendo, para que en casa no se notara mi ausencia, y seguí preparando mi segundo ejercicio, ya técnico, que consistía en redactar un trabajo bibliográfico y en una transcripción de un documento paleográfico.

Ambas cosas para mí no eran difíciles, pues dominaba la paleografía estudiada, como he dicho, con Muñoz y Revero, y pude dominar el ejercicio, interpretando el auténtico documento que me señalaron del siglo XV, resolviendo todas sus abreviaturas, completando el ejercicio con la descripción bibliográfica de un incunable.

Por cierto, que al día siguiente a mi primer ejercicio, acudí como espectador antes de la hora de la sesión, introduciéndome entre los diversos grupos de opositores donde se comentaba el curso de las oposiciones, oyendo en uno de ellos cómo se apreciaba el mío, llevando la palabra un señor opositor de edad ya madura y de elegante porte, no dándose cuenta de que yo estaba entre los oyentes, sencillamente porque las condiciones del local donde se celebraban los ejercicios, la aglomeración del público, no permitían ver al opositor sino solo oírle.