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La familia Marcial fue para mí una prolongación maternal de la mía, cuya intimidad y verdadero cariño solo ha podido interrumpir la muerte.

A los dos días salí en la diligencia de Torrelaguna para mi casa, en la que tuve que someterme a un cuidadoso tratamiento de laringitis aguda, adquirida por los enfriamientos sufridos durante tantas noches dedicadas al estudio. Me sometieron a pulverizaciones de azufre en la garganta, sin que la mejoría se presentase franca.

A los pocos días recibí una comunicación del Ministerio, para que, inmediatamente, me presentase en el Negociado para elegir la vacante de provincias que más me interesase, y dejar, a los que me seguían en la propuesta del tribunal, que, respectivamente, eligiesen la suya.

Al día siguiente por la mañana, esperaba la llegada de la diligencia, cuyas plazas venían totalmente ocupadas, teniendo que hacer el viaje, pesado de suyo, en la baca del coche, teniendo que resistir un sol abrasador hasta la llegada a Madrid.

Me presenté en el Negociado y elegí la vacante que había en la Biblioteca Universitaria de Salamanca. Pude haberme quedado a prestar mis servicios en Madrid, con poco esfuerzo, porque, durante mi estancia en el pueblo, dejé el campo libre a los demás, por cuyo motivo no podían escoger los demás plaza ninguna en provincias, hasta que yo eligiera la mía.


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