Читать книгу Mis memorias онлайн

161 страница из 217

–No, señor: quiero ir a una biblioteca.

Cambiaron una mirada, muy significativa, director y secretario, y moviendo aquel la cabeza, y significativamente, cruzando los dedos, pulgar e índice de su mano derecha, como si contase dinero, me dijo, con una sonrisa no exenta de picardía:

–¿Estamos todos bien en casa?

–Todo lo contrario, señor director, porque esta plaza es mi único porvenir. Pero yo no he estudiado mi carrera para dedicarme en un archivo de Hacienda, a ordenar legajos de documentación contributiva y de cuentas municipales. Mejor serviré a mis aficiones, a mis estudios y al Estado en una biblioteca.

Volvieron ambos funcionarios a mirarse, en forma bien clara de que apreciaban mi quijotismo y romántico rasgo, expendiéndose en nuestra presencia sobre mi título administrativo el acta de toma de posesión.

Y al día siguiente, por la noche, salía para Salamanca con una maletilla como único equipaje, un cúmulo de ilusiones y un frasco de Goudron de Gullot, específico francés que me regaló mi amigo, el farmacéutico don Juan Bonald, muy afamado en Madrid por sus célebres pastillas para la tos, al despedirme de él en su farmacia de la calle de la Gorguera, que empecé a tomar al llegar a Salamanca en la forma que él me indicara, y que, a los pocos días, me curó completamente de mi afección, reliquia de mis oposiciones, despidiéndome de mi Madrid, con lágrimas, mezcladas de amargura y de alegría. Iniciaba mi libre lucha, en el mundo.


Правообладателям