Читать книгу Mis memorias онлайн

168 страница из 217

Al convencernos todos de que nuestro gran amigo estaba ya muerto, el cura le rezó la absolución in extremis que nadie le había solicitado, que adolecía de la condición previa que no se había cumplido, diciendo: «Si bene contritus es, ego te absolvo», y acto se guido, salió del salón, dirigiéndose a Palacio, como un cohete, para llevar la noticia de lo sucedido.

Todos los amigos abandonaron la alcoba, cumpliendo su último deber, para acompañar a la viuda en tales momentos, y únicamente quedamos al lado del muerto la criada, Eleuterio Población, antiguo becario y paisano de don Mariano y del cura, y yo, amortajando seguidamente el cadáver, que fue colocado sobre la alfombra de su despacho, convertido en capilla ardiente, incorporándonos a los íntimos que allí estaban, cuando, inopinadamente, próximamente a la una de la madrugada, aparecieron dos conocidos canónigos de la camarilla del obispo, que llamando a don José Onís y López, mi compañero, archivero de la Universidad, tenido, como el más íntimo amigo del finado, retirándose con él a un rincón del salón y sosteniendo una conversación, en voz baja, que subió un poco de tono por parte de don José, al decirles: «Señores, yo soy católico pero no hasta el extremo de faltar a la verdad, ante el cadáver de mi amigo. Yo no me presto, ni me prestaré jamás, a una comedia»; añadiendo: «Comedias, no».


Правообладателям